La Guàrdia Urbana se lleva por la fuerza a Santiago Espot, como en los mejores tiempos del franquismo. Todo ello porque éste quería sentarse ante el Parlament. A Josep Antoni Duran i Lleida quieren darle la Creu de Sant Jordi. El colectivo de médicos, enfermeras y toda la gente del mundo sanitario público se desgañitan diciendo que recortar en sanidad, como quiere hacerlo el Govern es una barbaridad. La independencia sale, una vez más, rechazada en el Parlament, por la oposición de los de siempre y la pasividad de aquéllos que se han jactado a lo largo de su trayectoria de su defensa de Catalunya. El dinero público va a salvar a los bancos, mientras que a los parados no los salva ni Dios. Los políticos se enfadan entre ellos, pero van en coche oficial, mientras que los ciudadanos vamos en transporte público y cada vez tenemos menos aliento para enfadarse con nadie. Los socialistas se casan rodeados de toda una serie de personajes de la tele casposa y lo celebran en el hotel más caro de Barcelona, mientras que hay parejas que no pueden divorciarse, porque no pueden asumir el coste de vivir separadas. Escuchas a la gente de la calle que te dice que la cosa está muy mal, y en la tele los políticos dicen que la cosa va mejor.

Es decir, vivimos en un mundo de esquizofrenia total. Nunca ha habido tanta distancia entre la realidad y el poder. Rectifico, sí la hubo. Fue en el franquismo. Hasta este punto se ha llegado. Policías que no permiten sentarse tranquilamente ante el Parlament para protestar de forma pacífica. Paros para evitar recortes en los servicios públicos básicos. La casta política que vive como los ricos mientras el pueblo pasa necesidad. A todo esto, los bancos ganan dinero a sus anchas, con directivos que cobran millonadas.

Lo he dicho y lo repito. Como en los mejores épocas del franquismo. La diferencia es que ahora no existe la pena de muerte. Ahora, sin embargo, te dejan morir de rabia o de miseria en un rincón. Es lo que hay.

Buena Semana Santa. Si pueden.