Las masivas manifestaciones de los ‘indignados’ del pasado fin de semana han dejado a la clase política bastante estupefacta. Cuando, desde las tertulias, se pide a los seguidores del 15-M concreción, coherencia y propuestas, me parece sencillamente sorprendente.

Estamos ante un fenómeno sociológico sin precedentes y ante unas movilizaciones cuyo denominador común es la protesta contra agravios, injusticias y políticas de recorte. Es curioso que se les reclame el pedigrí de la coherencia política contra la que precisamente se manifiestan. Se les pide esa coherencia racional posibilista que convierte a veces la realidad en algo tedioso cuando no odioso.

Pienso que los ‘indignados’ están consiguiendo algo memorable: desbordar a los gobiernos y a los partidos políticos convencionales. Uno cree en el actual sistema político precisamente porque es siempre mejorable. Los ‘indignados’ y sus manifestaciones están generando cambios palpables, aunque ni ellos mismos lo crean: la clase política, periodística y sindical está tomando nota al dictado de los acontecimientos.

La historia es casualidad y causalidad. Un comerciante se inmola en Túnez y provoca la mayor revuelta social conocida en el mundo árabe. La chispa necesaria. Aquí, unos jóvenes acampan en Madrid y Barcelona y provocan una protesta civil sin precedentes en nuestra democracia.

Ahora los sindicatos se plantean otra huelga general; Iniciativa per Catalunya cree que hay que hacer referéndums vinculantes ante los recortes del Govern de Mas; los partidos catalanes se están planteando, ahora en serio, redactar una nueva Ley electoral... Y esto es solo el principio. Los ‘indignados’ van a cambiar las cosas. Las están cambiando.