06/09/2011
08:35
Turbulencias y medidas adecuadas
Xavier Sardà
Cuando un avión se encuentra con turbulencias severas, lo primero que intenta es esquivarlas ascendiendo, descendiendo o apartándose de la zona. Cuando el área de turbulencias es tan enorme que no permite las operaciones evasivas, los pilotos tienen que tomar algunas medidas para que el pasaje sienta el mínimo desconfort posible.
Lo primero que hay que hacer es aminorar la velocidad para suavizar los impactos que ocasionan los vientos y los cambios súbitos de densidad del aire.
Por todos los medios y gracias al radar meteorológico, hay que evitar las nubes tormentosas cuyas corrientes anabáticas y catabáticas hacen ascender y descender bolas de hielo del tamaño de un puño.
Paradójicamente, es esencial permitir que la aeronave tenga márgenes de movilidad suficientes para evitar daños estructurales. Una conducta encaminada a evitar los ascensos y descensos bruscos al cien por cien podría ocasionar destrozos en las superficies de sustentación.
En aviación, se produce la injusticia de la ‘toma’. El pasaje juzgará positivamente a los pilotos si aterrizan bien, ignorando lo sucedido durante todo el vuelo. Muchas veces una tripulación brega durante seis horas de vuelo complicado y, si al final, se encuentra con viento cruzado y de cizalla, tiene que hacer una ‘toma dura, toma segura’. El pasaje entenderá que son novatos o sencillamente torpes. Si el aterrizaje en un día de sol y moscas es suave, les aplaudirán. El aterrizaje difícil es el duro, pero no gusta al público.
A ver si todo esto da para una reflexión metafórica de tres al cuarto:
1.- Al principio nos negamos a reconocer que había turbulencia.
2.- Cuando ya estábamos en plena turbulencia, no tomamos medidas de ningún tipo.
3.- Cuando la cosa se puso fea, la economía empezó a caer. Tomamos medidas pero ya era tarde.
4.- Lanzamos un SOS pero nos lo han cobrado carísimo.
5.- Nos hemos quedado sin combustible.
6.- El aterrizaje será duro y sin aplausos.
Veremos si, además, nos quitan el avión.