Catalunya Caixa.

Vivimos en un país en el que se penaliza a los empresarios, que arriesgan su patrimonio y pueden sufrir condenas y sanciones en caso de concurso, y se exalta a los ejecutivos de los grandes monopolios y entidades financieras que nunca ponen un euro, cobran sueldos multimillonarios vaya como vaya la empresa, y rara vez se ven involucrados en procedimientos concursales gracias a su posición de dominio del mercado y/o a la ayuda del estado via tarifas, subvenciones, etc.

El caso de Catalunya Caixa es especialmente hiriente. Al menos los de Bankia sufren. En el caso de la entidad catalana el erario público ya ha aportado 12.000 millones, y se habla de tres o cuatro mil adicionales. Los compradores de preferentes han perdido su dinero, y los impositores, si quedan, pueden perder parte de sus ahorros. Pero los directivos se declaran irresponsables. Todos hacían lo mismo, vienen a decir. Algunos, más listos, ponen cara de asco ante el evidente olor a mierda. Pero se la comían a gusto cuando se la ponían en el plato.

Para completar el escarnio a algunos todavía les vemos escribiendo articulos y pontificando.


Gobiernos.

Algo parecido pasa con los gobernantes. En los últimos años, en Catalunya y en España, los gobiernos se declaran irresponsables cuando las cosas van mal a pesar de haber prometido arreglarlo todo para ganar las elecciones. Siempre la culpa es de otros, ya sea Merkel o España, la herencia o la crisis mundial. Pero reivindicarán su gestión el día que cambie el ciclo por razones, esas sí, ajenas a su labor y muchas veces a pesar de ella.

La crisis nos enseña que con muchos menos gobernantes viviríamos mejor. Los menos dañinos son los que se limitan a no hacer nada. Los más peligrosos los que apelan a la épica para tapar su impotencia e incapacidad. Los gobernantes están demostrando que sólo sirven para crear problemás, rara vez para solventarlos.

Lo más doloroso de la actual situación es que ni tenemos gobierno, ni alternativas que no sean el suicidio colectivo. No soy creyente pero las últimas palabras sensatas de un gobernante provienen del Papa Francisco. A ver si obra un milagro.