Los críos cuando son pillados con las manos en la masa, con las ascuas de su última travesura todavía humeando, niegan la evidencia. Lo hacen sin inmutarse. Ponen cara de buenos chicos. Se ponen de perfil aunque todas las pruebas corroboren su autoría. Buscan justificaciones para justificar lo injustificable. Niegan su responsabilidad. Apuntan la culpabilidad a fuerzas centrípetas y centrífugas que se han compinchado para señalarles como autores. Quieren evitar a toda costa el castigo. Eso les da pánico.
La comparecencia de Mas en el Parlament fue su vuelta a su infancia. Como los chavales, ha negado la evidencia. No sabía nada. Se cree a sus amigos. A los mismos que él colocó al frente de las finanzas. Si me apuran, el presidente catalán casi desconocía la existencia del Palau de la Música. Se ha exonerado de sus propias responsabilidades. ¿Cómo las va a tener si niega la mayor? Su conclusión sobre el desfalco es que todo lo relacionado con CDC es falso. El juez tiene indicios que son erróneos y la financiación irregular de Convergència es una mera especulación. Poco menos que un invento de mentes calenturientas. El triángulo delictivo formado por CDC-Palau-Ferrovial -ménage à trois en palabras del portavoz socialista Maurici Lucena- no existe. Es puro espejismo. Mas fue fiel a su regreso al pasado. Negó la evidencia, la responsabilidad, la culpabilidad, la existencia del caso.
Con traje sobrio, camisa blanca y corbata a juego, el presidente catalán ha asumido el dudoso honor de ser el primero en responder en el Parlament por un caso de financiación ilegal. No se ha salido del guión y ha sacado pecho por dar explicaciones, por ser transparente y por devolver el dinero de los convenios -curiosos- entre CDC y el Palau para potenciar el canto coral. Ha prometido también pagar, devolver el dinero negro, si el juicio demuestra que Ferrovial pagó comisiones. Cómo si devolver el dinero le exonerara de responsabilidades políticas.
Sobre las facturas pagadas por el Palau a empresas que trabajaban para los nacionalistas en campañas electorales, se salió por la tangente. Coloquialmente, mareó la perdiz. Mas pasó el trámite parlamentario sin responder -o negándolos- los grandes interrogantes, en una sesión encorsetada. Mientras, Millet y Montull, los saqueadores confesos, están en la calle. Quizás en prisión hubieran hablado demasiado. Tampoco nadie de la dirección de CDC ha declarado ante el juez. Para muchos, la sensación es que todo acabará en nada mientras Mas ha regresado a su pasado pensando que pagar es un atenuante. Pagar no lava la cara. Mas ha perdido una buena oportunidad para dar explicaciones.